viernes, 21 de diciembre de 2007

Anita Martínez

Anita Martínez es una genio del humor, pero esas palabras, estridentes y emotivas, dichas sobre el final de una gala inolvidable en Patinando por un sueño, no eran ninguna broma… La actriz vivió una jornada de éxtasis y felicidad.

Y su apariencia frágil y diminuta se volvió, sin necesidad de un pase de magia, inmensa y poderosa. La emoción prendida en la cara de Anita logró contagiar a todos los testigos. A aquellos que compartían el gigantesco estudio de Ideas del Sur, y a los que vivían la adrenalina desde sus casas. Porque en la noche de la gran semifinal entre Anita Martínez y Jésica Cirio, ni la pista de hielo parecía fría… “Yo era de las que decían que no se podía llorar en la tele, y no sé qué me pasó… Estoy muy agradecida y creo que me explotó todo ese agradecimiento en el corazón. Por la gente que conocí, por habernos superado, por tanto cariño… Me sentí la mujer más querida delmundo”.

–¿Te costó dormir después de tanta euforia?
–¡Sí! Y me está costando digerir tanta emoción. Todo me parece tan hermoso que es muy fuerte. Es una felicidad muy grande… y cuesta. Porque moviliza mucho.

–¿Qué te hizo quebrar así?
–Creo que a todos los que pasan por lo de Tinelli les ocurre lo mismo. Marcelo te abre la puerta de la casa de la gente, y te metés con permiso en sus noches, en sus cenas. ¡Yo me metí con mi perro! Muy fuerte, muy fuerte bolu…

–¿Por qué eligieron ayudar a la Fundación Cecilia Baccigalupo?
–Yo a Cecilia la conozco desde hace mucho, y quería que representáramos su sueño porque tenía que ver con el deporte y con la integración de la discapacidad. Está bueno que nos ayuden a entender lo importante que es abrir la puerta a estos emprendimientos. Cecilia es una abrazadora de la vida, y quisimos encolumnarnos detrás de ella.

–¿Cómo es la relación con los chicos de la Fundación?
–Buenísima, increíble. A varios ya los conocía de otros eventos solidarios, como a Leandro y a Pablito… El aliento que nos dieron es maravilloso. No te olvides de que el trabajo de ellos es siempre tratar de superarse, y con Hernán, mi patinador, quisimos sentir el certamen de esa manera.

–¿Cómo te cambió a vos este paso por Patinando?
–Me cambió en muchas cosas. Me hizo bien. Yo era una persona muy desconfiada, tenía terror a mostrarme o exponerme. La exposición es un arma de doble filo y hay que saber manejarla, porque quedás frente a todos con el corazón abierto, y cualquiera puede hacer lo que quiera. Eso a mí me daba mucho miedo. Yo siempre me tiro muy abajo y me deprimo si me pasan cosas así. Ahora que estoy tan feliz tengo miedo de que se me venga el palazo. Siento la caricia y temo que venga el golpe, porque la vida es así.

–¿Pero perdiste el miedo?
–En parte sí, porque me sentí tan tan querida… ¡me encantó! Fue hermoso. ¿Cómo podés llamar a algo así? Podrá ser criticado, pero hace mucho que no lloraba de esa manera. En este medio hay mucha frivolidad y yo soy muy simple, más allá de que algún día me haga las tetas… Soy una persona muy común, y acá me encontré con pares. Pude ser yo sin necesidad de una careta.

–¿Y qué aprendiste?
–Que hay que laburar… Yo no soy una mina buena, tengo millones de cosas que aprender. He sido mil veces una turra, o una mina que pensaba mal, pero esto es un proceso, un crecimiento. Como decía Sandro: un día pisás el jabón de la bañera y te haces mierda… Se vive poco y se nos pasa volando. Ya tengo 32, no quiero perder el tiempo

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